martes, 12 de mayo de 2009

Poesias

POEMA CÉSAR DE ZBIEGNIEW HERBERT POEMA CÉSAR DE ZBIEGNIEW HERBERT

POEMA CÉSAR DE ZBIEGNIEW HERBERT



Hubo una vez un césar. Tenía ojos amarillentos y mandíbula rapaz.

Vivía en un palacio lleno de mármoles y policías. Solo.

Se despertaba en la noche y gritaba. Nadie lo amaba.

Lo que más le gustaba eran las cacerías y el terror. Pero

Se dejaba fotografiar con los niños, entre las flores.

Cuando murió, nadie se atrevía a retirar sus retratos.

Mirad, mirar, quizá todavía anda por vuestras casas su careta.


1957


Versión de Xaverio Ballester




POEMA CARACOLA DE ZBIGNIEW HERBERT


Delante del espejo en el dormitorio de mis padres había

Una caracola rosa. Solía acercarme a ella de puntillas y con un

Repentino movimiento ponérmela en la oreja. Quería pillarla

En ese momento, cuando no siente añoranza con su monótono

Susurro. Aunque era pequeño, sabia que, incluso cuando se

Ama mucho a alguien, a veces sobreviene el olvido.


1957


Versión de Xaverio Ballester

POEMA CÉSAR DE ZBIEGNIEW HERBERT POEMA CÉSAR DE ZBIEGNIEW HERBERT

martes, 31 de marzo de 2009

CUENTOS RUSOS

Algunos cuentos sacados de la pagina web:
http://www.hadaluna.com/indices/rusosindex.htm




EL PATO BLANCO

Un Príncipe muy rico y poderoso casó con una Princesa de sin igual hermosura y, sin tiempo para contemplarla, sin tiempo para hablarle, sin tiempo para escucharla, se vio obligado a separarse de ella dejándola bajo la custodia de personas extrañas. Mucho lloró la Princesa y muchos fueron los consuelos que procuró darle el Príncipe. Le aconsejó que no abandonara sus habitaciones, que no tuviera tratos con gente mala, que no prestara oídos a malas lenguas y no hiciese caso de mujeres desconocidas. La Princesa prometió hacerlo así y cuando el Príncipe se alejó de ella se encerró en sus habitaciones. Allí vivía y nunca salía.
Transcurrió un tiempo más o menos largo, cuando un día, que estaba sentada junto a la ventana, bañada en llanto, acertó a pasar por allí una mujer. Era una mujer de sencillo y bondadoso aspecto que se detuvo ante la ventana y, encorvada sobre su báculo y apoyando su barba en las manos, dijo a la Princesa con voz dulce y cariñosa:
- Querida Princesita, ¿por qué estás siempre triste y afligida? Sal de tus habitaciones a contemplar un poco el hermoso mundo de Dios, o baja a tu jardín, y entre los verdes follajes se disiparán tus penas.
Durante buen espacio de tiempo, la Princesa se negó a seguir aquel consejo y no quería escuchar las palabras de la mujer; pero al fin pensó: "¿Qué inconveniente ha de haber en ir al jardín? Otra cosa sería pasar el arroyo." La Princesa ignoraba que aquella mujer era una hechicera y quería perderla porque la envidiaba, de modo que salió al jardín y estuvo escuchando sus palabras lisonjeras. Cruzaba el jardín un arroyo de aguas cristalinas y la mujer dijo a la Princesa:
- Hace un día abrasador y el sol quema como el fuego, pero este arroyo es fresco y delicioso. ¿Por qué no bañarnos en él?
- ¡Ah! ¡No! -exclamó la Princesa. Pero luego pensó: "¿Por qué no? ¿Qué inconveniente puede haber en tomar un baño?"
Se quitó el vestido y se metió en el agua, pero no bien se hubo mojado toda, la hechicera le tocó la espalda con el cayado diciendo:
- ¡Ahora nada como un pato blanco!
Y la hechicera se puso enseguida los vestidos de la Princesa, se ciñó a las sienes la diadema, se pintó y fue a las habitaciones de la Princesa a esperar al Príncipe. En cuanto oyó ladrar el perro y tocar la campanilla de la puerta, corrió a recibirlo, se le arrojó al cuello y lo besó en un abrazo. El Príncipe estaba tan radiante de gozo, que fue el primero en abrirle los brazos y ni un momento sospechó que no era a su mujer sino a una malvada bruja a quien abrazaba.
Y sucedió que el pato, que como es de suponer era hembra, puso tres huevos, de los que nacieron dos robustos polluelos y un canijo, porque se anticipó a romper la cáscara. Sus hijos empezaron a crecer y ella los criaba con esmero. Los paseaba a lo largo del río, les enseñaba a pescar pececillos de colores, recogía pedacitos de ropa y les cosía botitas, y desde la orilla del arroyo les enseñaba los prados y les decía:
- ¡No vayáis allá, hijos míos! Allá vive la malvada bruja que me perdió a mí y os perdería a vosotros.
Pero los pequeños no hacían caso de su madre y un día jugaban por la hierba, y otro perseguían hormigas, y cada día se alejaban más hasta que llegaron al patio de la Princesa. La hechicera los conoció por instinto y rechinó los dientes de rabia; pero se transformó en una belleza y los llamó al palacio, y les dio exquisitos manjares y excelentes, bebidas. Después de haberlos mandado a dormir, ordenó a sus criados que encendieron fuego en el patio, pusieran a hervir una caldera y afilaran los cuchillos. Los hermanos dormían, pero el nacido a destiempo y a quien por orden de la madre habían de llevar los otros en el seno para que no se enfriase, no dormía, sino que lo veía y lo escuchaba todo. Y aquella noche la hechicera fue al cuarto que ocupaban los hermanos y dijo:
- ¿Estáis durmiendo, pequeñitos?
Y el nacido a destiempo contestó por sus hermanos:
- No estamos durmiendo, pero pensamos en nuestros pensamientos que nos quieres hacer pedazos. Los montones de ramas de arce están ardiendo, las calderas están hirviendo, los cuchillos están afilados.
- No duermen -dijo la hechicera y se alejó de la puerta. Dio unas vueltas por el palacio y se acercó de nuevo a la puerta:
- ¿Estáis durmiendo, hijos míos?
Y el nacido a destiempo sacó la cabecita de debajo de la almohada y contestó:
- No soñamos durmiendo, pero pensamos en nuestros pensamientos que nos quieres hacer pedazos. Los montones de ramas de arce están ardiendo, las calderas están hirviendo, los cuchillos están afilados.
- ¿Cómo es que siempre me contesta la mismo voz? -pensó la hechicera.- Voy a ver.
Abrió la puerta poco a poco, miró y vio que dos de los hermanos estaban profundamente dormidos. Entonces los mató a los dos.
Al día siguiente, el pato blanco empezó a llamar a sus hijos, pero sus queridos hijos no contestaron a su llamamiento. Enseguida sospechó que algo malo había sucedido. Se estremeció de miedo y voló al patio de la Princesa, donde, tan blancos como pañuelitos blancos, tan fríos como pececitos escamados, yacían uno al lado de otro los tres hermanitos. Abatió su vuelo sobre ellos, agitó desesperadamente sus alas, daba vueltas en torno a sus queridos hijos y gritaba con voz maternal:
"¡Cuá, cuá, cuá, mis queridos hijitos!
¡Cuá, cuá, cuá, mis tiernos pichoncitos!
Yo bajo mis alas siempre os protegí,
y el pan de mi boca solícita os di.
Por veros felices yo nunca dormía,
pensando en vosotros de noche y de día."
El Príncipe oyó aquellos lamentos y llamó a la hechicera, a la que creía su esposa, a su presencia.
- ¿Mujer, has oído eso, eso tan inaudito?
- Debe de ser tu imaginación. ¡Eh, criados! ¡Arrojad ese pato del patio!
Los criados salieron a ahuyentar al pato, pero éste volaba dando vueltas sin parar de decir a sus hijos:
¡"Cuá, cuá, cuá, mis queridos hijitos!
¡Cuá, cuá, cuá, mis tiernos pichoncitos!
Causó vuestra ruina la viejo hechicera,
la astuta serpiente, la gran embustera.
Que bajo la hierba se arrastra cruel.
Ella a vuestro padre, mi marido fiel,
nos quitó y a un río nos ha condenado
y en blancos patitos nos ha transformado.
Vistiendo su crimen de falso oropel,
para que lo ignore mi marido fiel."
El Príncipe comprendió entonces que en todo aquello había algún misterio y gritó:
- ¡Traedme aquí ese pato blanco!
Todos se apresuraron a obedecer, pero el pato estaba girando en círculos y nadie podía cogerlo. Por fin salió el mismo Príncipe a la galería, y el ave voló a sus manos y cayó a sus pies. El Príncipe la cogió suavemente por las alas y dijo:
- ¡Blanco abedul ponte detrás, y hermosa dama ponte delante!
Al momento, el pato blanco volvió a tomar la forma de la bellísima Princesa, dio órdenes para que fueran a buscar un frasco de agua de la vida y del habla, al nido de una urraca, roció a sus hijos con el agua de vida y se movieron, luego los roció con agua del habla, y empezaron a hablar. El Príncipe se vio rodeado de sus hijos, sanos y salvos y todos vivieron felices, practicando el bien y evitando el mal.
Pero a la bruja, por orden del Príncipe, la ataron a la cola de un caballo que la arrastró por la inmensa estepa. Las aves del aire le arrancaron la carne a picotazos y los vientos del cielo esparcieron sus huesos, y no quedó de ella ni vestigios ni memoria.

Del libro: Cuentos de Hadas Rusos. Ed. Molino, 1941
Sobre la traducción: © Alfonso Nadal




LA MONTAÑA DE ORO

Hace tiempo vivía un hijo de comerciante qué disipó toda su fortuna, llegando al extremo de no poder comer. No tuvo otro recurso que coger una azada e ir al mercado a esperar que alguien lo ajustase como jornalero. Y he aquí que un comerciante que era único entre setecientos, por ser setecientas veces más rico que ningún otro, acertó a pasar por allí en su coche dorado, y apenas lo vieron los jornaleros que en el mercado estaban, corrieron en todas direcciones a esconderse en los portales y en las esquinas. Sólo quedó en la plaza el hijo del comerciante.
- ¿Quieres trabajar, mozo? -preguntó el comerciante que era único entre setecientos. - Yo te daré trabajo.
- Con mucho gusto, para eso he venido al mercado.
- ¿Qué sueldo quieres ganar?
- Si me das cien rubios diarios, trato hecho.
- ¡Es una suma excesiva!
- Si te parece mucho, búscate un género más barato. La plaza estaba llena de gente y en cuanto has llegado, todos han desaparecido.
- Bueno, convenido; mañana te espero en el puerto.
Al día siguiente, a primera hora, el hijo del comerciante se presentó en el puerto, donde ya lo esperaba el comerciante único entre setecientos. Subieron a bordo de una embarcación y pronto se hicieron a la mar. Navega que navegarás, llegaron a la vista de una isla que se levantaba en medio del Océano. Era una isla de altísimas montañas, en cuya costa algo resplandecía como el fuego.
- ¿Es fuego eso que veo? -preguntó el hijo del comerciante.
- No; es mi castillo de oro.
Se acercaron a la isla, se acercaron a la costa. La mujer y la hija del comerciante único entre setecientos salieron a recibirlos, y la hija era de una belleza que ni la mente humana puede imaginar, ni en cuento alguno puede describirse. Cuando se hubieron saludado, entraron al castillo con el nuevo jornalero, se sentaron a la mesa y empezaron a comer, a beber y a divertirse.
- Regocijémonos hoy -dijo el huésped,- mañana trabajaremos
El hijo del comerciante era un joven rubio, fuerte y majestuoso, de complexión colorada y agradable aspecto, y se prendó de la hermosa doncella. Ésta se retiró a la habitación contigua, llamó al joven en secreto y le entregó un pedernal y un eslabón, diciendo:
- Toma, utiliza esto cuando te hago falta.
Al día siguiente, el comerciante que era único entre setecientos salió con su criado en dirección a la montaña de oro. Sube que subirás, trepa que treparás, no llegaban nunca a la cumbre.
- Bueno -dijo el comerciante,- ya es hora de que echemos un trago.
Y el comerciante le ofreció un narcótico. El jornalero bebió y se quedó dormido. El comerciante sacó su cuchillo, mató el jamelgo que traía consigo, le arrancó las entrañas, puso en el vientre al joven con su azadón, y después de coser la herida, fue a esconderse entre las malezas. Inmediatamente bajó volando una bandada de cuervos de acerados picos, que cogieron al cadáver del animal y se lo llevaron a la cumbre para cebarse en él a su gusto. Empezaron a mondarlo hartándose de carne, hasta que hundieron los picos en el hijo del comerciante. Éste se despertó, ahuyentó a los negros cuervos, miró a todas partes y se preguntó:
- ¿Dónde estoy?
- En la montaña de oro -le contestó el amo gritando desde abajo.- ¡Ea! ¡Coge tu azada y cava oro!
El hijo del comerciante se puso a cavar y a tirar oro montaña abajo. El comerciante lo cogía y lo cargaba en los carros. Por la tarde había llenado nueve carros.
- Ya me bastará -gritó el comerciante único entre setecientos.- Gracias por tu trabajo. ¡Adiós!
- ¿Y yo qué hago?
- Arréglate como puedas. Noventa y nueve como tú han perecido en esta montaña. ¡Contigo serán cien! -y esto diciendo, se alejó.
- No sé qué hacer -pensó el hijo del comerciante.- Bajar de esta montaña es imposible. Seguramente moriré de hambre.
No podía bajar de la montaña y sobre su cabeza se cernía la bandada de cuervos de acerados picos, oliendo su presa. Reflexionando estaba en su desventura, cuando recordó que la hermosa doncella le había dado en secreto un eslabón y un pedernal, aconsejándole que los utilizase cuando se viese en un apuro. "Tal vez no me lo dijo en vano ­pensó. - Voy a probar". Sacó el eslabón y el pedernal y al primer golpe que dio se le aparecieron dos mancebos, hermosos como héroes.
- ¿Qué deseas? ¿Qué deseas? -le preguntaron.
- Que me saquéis de la montaña y me llevéis a la orilla del mar.
Apenas había hablado, lo cogieron uno por cada brazo y lo bajaron suavemente de la montaña. El hijo del comerciante caminaba por la orilla, cuando he aquí que una embarcación pasó cerca de la isla.
- ¡Eh, buenos marineros, llevadme con vosotros!
- No, hermano; no podernos recogerte. Eso nos haría perder cien nudos.
Los marineros siguieron su ruta, empezaron a soplar vientos contrarios y se desencadenó una espantosa tempestad.
- ¡Ah! Bien se ve que no es un hombre como nosotros. Sería mejor que volviésemos a recogerlo a bordo.
Se acercaron a la costa, hicieron subir al hijo del comerciante y lo llevaron a su ciudad natal. Algún tiempo después, que no fue mucho ni poco, el hijo del comerciante cogió el azadón y se fue a la plaza del mercado a ver si alguien lo contrataba. De nuevo volvió a pasar el comerciante único entre setecientos, en su coche de oro, y apenas lo vieron los jornaleros, corrieron en todas direcciones a esconderse en los portales y en las esquinas. Sólo quedó en la plaza el hijo del comerciante.
- ¿Quieres trabajar para mí? -le preguntó el rico comerciante.
- Con mucho gusto. Dame doscientos rublos diarios y trato hecho.
- ¿No es demasiado?
- Si lo encuentras caro busca un jornalero más barato. Ya has visto cómo han echado a correr, al verte, todos los que aquí estaban.
- Bueno, no se hable más; ven mañana al puerto.
Al día siguiente se encontraron en el puerto, subieron a la embarcación y se hicieron a la mar. Pasaron aquel día comiendo y bebiendo y al día siguiente se dirigieron a la montaña de oro. Al llegar allí, el rico comerciante sacó una botella y dijo.
- Ya es hora de que bebamos.
- Espera -advirtió el criado.- Tú, que eres el amo, debes beber el primero; deja que te obsequie con mi vino.
Y el hijo del comerciante, que había tenido la precaución de procurarse un narcótico, llenó un vaso y se lo ofreció al comerciante, único entre setecientos. Éste se lo bebió y se quedó dormido. El hijo del comerciante mató el más viejo de los caballos, lo destripó, metió a su amo dentro con la azada, cosió la herida y se ocultó entre la maleza. Inmediatamente bajaron los cuervos de acerado pico, cogieron el cadáver de la bestia, se lo llevaron a lo alto de la montaña y empezaron a comer. El comerciante que era único entre setecientos, despertó y miró a todos partes.
- ¿Dónde estoy? -preguntó.
- En la montaña de oro - gritó el hijo del comerciante.- Coge la azada y cava oro; si arrancas mucho, te enseñaré la manera de bajar.
El comerciante único entre setecientos, cogió la azada y se puso a cavar y a cavar hasta que se llenaron de oro veinte carros.
- Descansa, ya tengo bastante -gritó el hijo del comerciante.- ¡Gracias por tu trabajo, y adiós!
- ¿Y yo qué hago?
- ¿Tú? Ya te arreglarás como puedas. Noventa y nueve como tú han perecido en esta montaña. Contigo serán cien.
Y esto dicho, el hijo del comerciante se dirigió al castillo con los veinte carros, se casó con la hermosa doncella, la hija del comerciante único entre setecientos, y dueño de todas las riquezas que éste había amontonado, fue a vivir a la ciudad con su familia. Pero el comerciante único entre setecientos, se quedó en la montaña, donde los cuervos de acerado pico mondaron sus huesos.

Del libro: Cuentos de Hadas Rusos. Ed. Molino, 1941
Sobre la traducción: © Alfonso Nadal

jueves, 26 de marzo de 2009

EDUCACIÓN

COMPORTAMIENTOS DE LOS NIÑOS DE RUSIA


Los niños rusos son muy cultos y saben pensar.

Cuando el niño va a la escuela a los 4 años ya sabe escribir y a los 7 años el niño sabe que a la escuela se va a trabajar y no a divertirse.

Los papas le ayudan a estudiar y las mamas se dedican mucho a su educación.

En Rusia la universidad es gratis, con solo aprobar un examen.

La gran mayoria tiene estudios universitarios.

Los deberes son difíciles, a veces no les queda tiempo para nada.




Guarderia rusa


Colegio


Aníbal

LA DANZA

LA DANZA EN RUSIA

L a danza es un espectáculo teatral en la que se combina el baile y mímica, con acompañamiento de musica.

Rusia mantuvo la tradición antigua y procuro la fusión de las escuelas Italiana, rusa y francesa.
El ballet moderno lo crearon la bailarina Isadora Duncan, el bailarín Nijinsky y sobre todo Sergei Djailev.
El momento principal del ballet fue la llegada de los ballets rusos a París en 1909.
Ayudaron los músicos más importantes de la época como Manuel de Falla y pintores como Pablo Picasso.











NICOLAS Y LOUIE

DANZA Y MÚSICA

DANZA Y MUSICA DE RUSIA

LA DANZA

En Rusia hay diferentes bailes:

  • Corea, es un circulo de baile acompañados por el canto.

  • Trepak, también conocido como danza rusa es la mas popular de la danza ballet.

  • Barynya son un conjunto de danza folclóricas de contenido humorístico .

  • Kozachot es un baile rápido lineal y en parejas.

  • Troika es una danza folclórica donde un hombre baila con dos mujeres.




LA MUSICA

La música en Rusia viene del folclore eslavo y en general de todos los pueblos que forman parte de la historia de este pais como los tártaros, varegos, bálticos y la influencia cultural griega.
En la edad Moderna los instrumentos musicales estuvieron prohibidos en Rusia .
La balalaica es un instrumento muy popular en Rusia.





Noelia y Eva

lunes, 23 de marzo de 2009

CARACTERISTICAS DE RUSIA



Rusia es el país de mayor extensión del mundo.
Su territorio se extiende desde el océano glacial ártico hasta el océano pacifico.
Moscú es la capital de la república rusa.
Al Norte de esta república se levanta San Petersburgo y al suroeste de Rusia se encuentra Ucrania.
Rusia cuenta con 4.238.000 km2.




Esta república formada por 83 sujetos federales es el noveno país por población al tener 142.000.000
habitantes.
Rusia tiene las mayores reservas del mundo.
Tiene las mayores reservas de recursos forestales y la cuarta parte de agua dulce no congelada del mundo.
La cocina rusa tiene una una gran variedad. Una de las más importantes es la comida campesina de las poblaciones rurales situadas en lugares muy fríos.
Lo principal es el pescado, aves de corral, gamo, setas y miel.
En Rusia son muy populares el patinaje sobre hielo y el hockey sobre hielo.

Alejandro y Raúl

FAUNA

FAUNA DE RUSIA


La fauna es abundante y variada en toda Rusia. Osos polares, focas, morsas, zorros polares, renos y la liebre blanca. La avifauna está formada por la perdiz blanca, el búho blanco, gaviotas y pájaros bobos. Gansos, cisnes y patos, alce, oso pardo, reno, lince, a la marta cibelina y a una gran variedad de aves como el búho y el ruiseñor.



Dentro de la fauna rusa, uno de los animales que más temor da es el Tigre Siberiano, que además de ser un animal peligroso, es muy hermoso.

Por desgracia, cada día es mas reducida la cantidad de tigres siberianos.



Carlos